La adolescencia es un periodo de la vida en el cual la identidad del individuo
comienza a separarse de los padres y deja de estar en función de ellos, comenzando la
búsqueda de la identidad propia incluso por medio de las relaciones personales como
amigos o pareja.
Ante esta reestructuración de la identidad cada relación toma gran importancia, en
algunos casos se puede volver incluso el pilar alrededor del cual el individuo puede
construir su identidad así como sus idealizaciones. Por lo cual los eventos como las
rupturas amorosas pueden tener un gran impacto en la identidad del individuo, teniendo
efectos incluso a nivel del propio narcisismo lo cual en algunos casos puede llevar a la
aparición de la melancolía e incluso al pensamiento suicida y el abandonó de sí mismo a
causa de la angustia con la que se puede experimentar tal situación; por lo cual en el trabajo
clínico se vuelve imperante poder sostener al paciente y ayudar a que el individuo vea la
separación como la oportunidad de estructurar su auténtica identidad.
Palabras clave: Melancolía, Identidad, Idealización, Narcisismo, Angustia.
La adolescencia se caracteriza por ser una etapa de cambios tanto físicos como
psicológicos en los individuos, mismos que pueden llegar a ser difíciles de tolerar y por lo
tanto adaptarse a ellos puede ser una tarea complicada.
A nivel psicológico se presentan cambios, los cuales darán acceso al individuo a una
nueva perspectiva; comenzará a reinterpretar su entorno con una visión diferente: los padres
serán cuestionados, los amigos se llegan a considerar familia, las relaciones personales
toman gran importancia en su vida, particularmente las relaciones de pareja, que pueden
tener distintos efectos en el adolescente, algunas veces, casi devastadores; llegando a
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permear a nivel de la identidad del adolescente, causando estragos en su yo y generando
problemas importantes como en el siguiente caso.
Francisco, un joven de 17 años, estudiante de danza, llega a consulta motivado por
el fin de su relación de pareja, una relación de 4 años con un compañero de estudios. Al
inicio toda la atención se enfoca a su ruptura y lo difícil que es convivir con él dentro de la
escuela.
De manera paralela sus relaciones de amistad también se ven afectadas, pues suele
tener la sensación de ser juzgado por ellos, lo cual lo lleva a aislarse. Aunado a esto su
desempeño escolar se ve afectado, incluso en sus ejecuciones artísticas, lo cual pone en
riesgo la continuidad de sus estudios.
Francisco era consiente de lo que sucedía y las consecuencias que esto podría
generarle, pero en ese momento no le importaba, todo dejo de interesarle a partir de la
pérdida de su pareja y de la idea de sí mismo que había construido alrededor de él, llegando
a pensar en algunas ocasiones en el suicidio.
El amor que Francisco profesaba por su pareja era bastante intenso, recordemos lo
que Freud nos expone respecto al amor el cual “…lo concebimos como una resignación de
la personalidad propia en favor de la investidura de objeto…” (Freud, 1914, p. 74), por lo
cual Francisco había investido a su pareja con un alto costo para sí mismo: un importante
empobrecimiento de su yo.
Por otra parte la idealización de su pareja era igual de intensa que el amor que le
tenía, pues veía en él todas las características que creía ausentes en sí mismo, y a la vez
deseaba poder tenerlas, pues “Se ama lo que posee el mérito que falta al yo para alcanzar el
ideal.” (Freud, 1914, p. 97). Por lo cual gran parte del ideal del yo que constituyó de sí
mismo se encontraba fuertemente ligado a su pareja y no a sí mismo.
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Al terminar la relación de pareja, las condiciones previas tuvieron como
consecuencia la aparición de la melancolía, pues si bien, las pérdidas decantan en duelo,
este se supera con el tiempo y no llega a generar perturbaciones en el sentimiento de sí
mismo; contrario a lo que experimentó Francisco.
Recordemos que en la melancolía se “… sabe a quién se perdió, pero no lo que se
perdió en él. Esto nos llevaría a referir de algún modo la melancolía a una pérdida de objeto
sustraída de la conciencia, a diferencia del duelo, en el cual no hay nada inconsciente en lo
que atañe a la pérdida.” (Freud, 1915, p. 243)
Francisco era consciente de la pérdida, de que no tenía acceso al ser amado, pero
aún a expensas de este conocimiento, no lograba discernir que más se había perdido junto a
su pareja; incluso tenía la sensación de que algo le faltaba, esto evidenciaba el
empobrecimiento del yo por el cual atravesaba. Aunado a este empobrecimiento, la
percepción de sí mismo comenzó a devaluarse. Consideremos que el melancólico
“…describe a su yo como indigno, estéril y moralmente despreciable; se hace reproches, se
denigra y espera repulsión y castigo.” (Freud, 1915, p. 244), lo cual alimentaba el
pensamiento suicida que llegó a expresar.
Este empobrecimiento del yo, así como la devaluación que hacía de sí mismo se
conjugaban a la par con el abandono de todo aquello que lo enlazaba a la vida, familia,
amigos y escuela.
Durante el proceso terapéutico, mantener a Francisco enlazado con estas áreas de su
vida fue de suma importancia para que no siguiera el mismo camino que su objeto perdido.
Esto, con el tiempo, ayudó a que el pensamiento de Francisco pudiera ser más reflexivo
sobre sí mismo, llegando a encontrar algunos recuerdos importantes para su cura.
Francisco reconoció que el abandono era un factor importante en el desarrollo de su
melancolía ya que anteriormente había pasado por otro abandono por parte de su padre, lo
cual lo llevó a un episodio melancólico similar al que estaba experimentando. De igual
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forma junto al recuerdo de este evento previo, sobrevino la conciencia de que en ese
momento de su vida, la percepción de sí mismo se encontraba enlazada a la figura de sus
padres y a la estructura familiar, por lo que la separación tuvo profundos efectos en
Francisco.
En ambos casos identifico que experimento culpa por los hechos y asumía la
responsabilidad absoluta por ellos, así como del desenlace de cada una de sus relaciones
personales, desde las familiares hasta las de pareja. Logro reconocer que este patrón se
repetía constantemente en varias de sus relaciones pues “… todo ser humano, por efecto
conjugado de sus disposiciones innatas y de los influjos que recibe en su infancia, adquiere
una especificidad determinada para el ejercicio de su vida amorosa” (Freud, 1912,p. 97);
además, también logró identificar que soportaba constantemente su ideal del yo en los otros
y que a partir de la satisfacción o aprobación de ellos, este ideal se fortalecía, pero siempre
se encontraba unido a los demás.
Durante la infancia, su identidad se construyó alrededor de los deseos y las órdenes
de los padres, un niño obediente, bien portado y atento a las indicaciones y solicitudes que
se le hacían, obteniendo de regreso mensajes positivos y muestras de afecto, que
rápidamente empató como única vía de obtenerlo; esta misma dinámica complaciente con
otro fue la que manejo durante su relación de pareja, quien además de expresarle muestras
de cariño, también le expresaba lo bueno que era como persona, como pareja y como
estudiante. Por lo que la ruptura lo privó de estas confirmaciones de sí mismo y afectó
seriamente su ideal del yo.
Al edificar su ideal del yo alrededor de figuras externas, este siempre se encontraba
en riesgo de derrumbarse, lo cual pasó al afrontar la separación familiar y la ruptura con su
pareja; por esta razón el ideal del yo en ese momento se encontraba fracturado, haciéndole
cuestionarse quién era él realmente. Edificar el ideal del yo a partir de sí mismo se volvía
importante para su cura, así como evitar que repitiera el patrón.
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A lo largo del proceso, anudar nuevamente a Francisco a su propia vida,
reestructurar su ideal del yo a partir de sí mismo, evitar que repitiera el patrón de soportarse
en otro y mostrarle que las calidad de sus relaciones interpersonales no dependían solo de él
y sus acciones o lo complaciente que fuera con otros, se volvieron los objetivos principales
del proceso.
Lo transferencial fue de gran importancia para conseguir la cura de Francisco, pues
la forma en la que se relacionaba, la manera en la que se daba la investidura de objetos y la
forma en la que asumía la responsabilidad de cada relación debía modificarse. Recordemos
que “…la transferencia misma es sólo una pieza de la repetición, y la repetición es la
transferencia del pasado olvidado; pero no sólo sobre el médico: también sobre todos los
otros ámbitos de la situación presente.” (Freud, 1914, p. 152). Por lo cual la figura del
terapeuta y la relación terapéutica tomó gran peso.
Para lograr su cura, hubo que aceptar la transferencia de Francisco y tomar la
oportunidad de guiarla de una mejor manera: “El nuevo estado ha asumido todos los
caracteres de la enfermedad, pero constituye una enfermedad artificial asequible por
doquiera a nuestra intervención. Al mismo tiempo es un fragmento del vivenciar realobjetivo,
pero posibilitado por unas condiciones particularmente favorables y que posee la
naturaleza de algo provisional.” (Freud, 1914, p. 156)
Finalmente, para consolidar la cura de Francisco, se consideró su tendencia hacia la
melancolía, pues a pesar de que a estas alturas del proceso ya no estaba presente, el riesgo
de afrontar nuevamente las pérdidas de la misma forma, continuaba latente. A través del
fortalecimiento del ideal del yo alrededor de sí mismo, sus expectativas y deseo, el riesgo
de caer nuevamente en la melancolía nuevamente se minimizo pues ahora le era posible
retirar las investiduras de los objetos y atraerlas nuevamente a sí mismo: “El enfermo retira
sobre su yo sus investiduras libidinales para volver a enviarlas después de curarse.” (Freud,
1914, p. 79). Dándole a Francisco una mejor vía de encarar las pérdidas, a través del duelo;
siendo la finalización de su proceso la primera pérdida que afrontaría, lográndolo con
mayor tranquilidad y éxito.
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Francisco logró reponerse de la pérdida; además de encontrar nuevas perspectivas
después de su proceso, reconstruyéndose a sí mismo; logró retomar su vida, sus amistades y
su educación. Incluso explotando su potencial, pues amplio su círculo social, mejoró la
relación con sus padres y en lo artístico logró un avance importante, pasando de ser un
estudiante más de danza a tener el papel principal en la presentación más importante
organizada por la institución, y expresando esperanza en el futuro.
Referencias
Freud, S. (1912) Sobre la dinámica de transferencia, En O. C. Tomo XII, Buenos Aires,
Argentina : Amorrortu editores.
Freud, S. (1914) Recordar, repetir y reelaborar, En O. C. Tomo XII, Buenos Aires,
Argentina : Amorrortu editores.
Freud, S. (1914) Introducción del narcisismo, En O. C. Tomo XIV, Buenos Aires,
Argentina : Amorrortu editores.
Freud, S. (1915) Duelo y melancolía, En O. C. Tomo XIV, Buenos Aires, Argentina :
Amorrortu editores.
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